Reviews

A History of Reading by Alberto Manguel

cradlow's review

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informative inspiring reflective

5.0

sofiacostalima's review against another edition

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Não sei se alguma vez leria este livro se não tivesse sido recomendado numa cadeira do mestrado e não sei se o leria agora se não achasse que ia encontrar algum alento para a tese. Felizmente, os ensaios são uma leitura tranquila e que em nada se parecem com tantos outros ensaios académicos que muitas vezes temos de ler.

firstcelestial's review against another edition

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كتاب ممتع جدًا لمحبي جماليات القراءة (مثل التجول في المكتبات والإطلاع على صور الكتب)
أظنني حظيت بكل المتعة التي أريدها منه ولا أجد فيه ميزةً أخرى تدفعني لإكماله

aceface's review

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adventurous funny hopeful informative inspiring mysterious reflective relaxing medium-paced

5.0

catlady496's review

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5.0

If you are a reader, you should read this book. Manguel is insightful and fully engaged with the topics he writes of, and he shares stories and dialogues of his own life. Not only did I identify with the text, but it brought me a greater understanding of language and the love literature that has been built up since the invention of writing - and therefore the creation of readers.

Also, if you find yourself stuck in a niche of what you read, this book really makes you want to read more - to read everything. I’d recommend this to any book lover, to any aspiring author, and just anyone wanting to read good nonfiction.

sonia_reppe's review

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3.0

I wanted to read at least one of the books presented in class, (besides the one my group had to present) for Intro to Library sci; this one seemed the most interesting to me. The 22 essays about books and reading can each stand alone and be read in whatever order; however, I read it straight through in three weeks time since I have to return it to the library. Some of the essays I really liked, others were kind of bogged down with history...I don't mean I dislike learning history; just slogging through all those Greek names slowed down my enjoyment; and also, there's always violence, because history is full of violence; not that this book speaks a lot about that, not really. If you like non-fiction with a big historical vibe, this one's for you.

Presenting this book, the girls said that it was not scholarly, but I think it is scholarly. Manguel includes his experiences as a reader into each particular essay, as fits the topic; I guess that makes it not scholarly; but can a book be said to be part scholarly, part personal? He obviously did a lot of research. My favorite chapters were Private Reading, Metaphors of Reading, Reading the Future, the Translator as Reader, Forbidden Reader, and Book Fool. There were some excellent paragraphs, most often the last one of the chapter.

kokeshi8's review against another edition

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4.0

Saqué dudosa este libro de la bibliteca. Me gusta leer sobre libros, sobre lo que leen otros, la historia de la literatura en general; sin embargo, no había tenido suerte en encontrar un texto que me agradara, fuera entretenido y a la vez me entregara muchos datos interesantes, sin latearme hasta el infinito y más allá.

Una historia de la lectura intenta con éxito recoger las distintas aristas de un lector, pasando por diversas épocas, mezcladas con las anécdotas personales del autor.

Si no fuera porque la edición que leí las hojas son brillantes y la letra muy chica, le regalaría las 5 estrellas.

Las citas que más me gustaron las escribo acá para la posteridad:

La lectura me proporcionaba una excusa para aislarme, o quizá daba sentido al aislamiento que se me había impuesto, ya que durante toda mi temprana infancia, había vivido aparte del resto de mi familia, al cuidado de una niñera en una habitación separada de la casa.

No recuerdo que me sintiera nunca solo; de hecho, en las raras ocasiones en que me reunía con otros niños, sus juegos y sus conversaciones me parecían mucho menos interesantes que las aventuras y los diálogos de mis libros. El psicólogo James Hillman afirma que quienes han leído cuentos en la infancia “están en mejores condiciones y tienen un pronóstico más favorable que aquellos pacientes que no disponen de ese caudal… Lo que se recibe a una edad temprana y está relacionado con la vida proporciona ya una perspectiva sobre la vida”.

Yo quería vivir entre libros.

La novelista Jamaica Kincaid, al confesar un delito similar en la biblioteca de su infancia en Antigua, explicaba que su intención no era robar; pero “que una vez que había leído un libro le resultaba imposible separarse de él”.

“Hay aquellos que, mientras leen un libro, recuerdan, comparan, reviven emociones de otras lecturas anteriores –señaló Ezequiel Martínez Estrada-. Ésa es una de las más delicadas formas de adulterio”. Borges descreía en las bibliografías sistemáticas y alentaba ese tipo de lecturas adúlteras.

En la relación entre lector y libro hay algo que se reconoce como acertado y fructífero, pero también como desdeñosamente exclusivo y excluyente, quizá porque la imagen de una persona acurrucada en un rincón, olvidada al parecer del “mundanal ruido”, sugiere una independencia impenetrable, una mirada egoísta y una actividad singular y sigilosa. (¡Andá y viví un poco!, me decía mi abuela cuando me veía leyendo, como si mi silenciosa actividad contradijera su idea de lo que significaba estar vivo.)

El miedo de la gente a lo que un lector pueda hacer entre las páginas de un libro es semejante al temor eterno que tienen los hombres a lo que puedan hacer las mujeres en los lugares secretos de su cuerpo, o a lo que las brujas o los alquimistas puedan hacer en la oscuridad, detrás de puertas cerradas con llave.

Normalmente tenemos la impresión de que, cuando estamos leyendo, nuestros ojos avanzan con fluidez, sin interrupciones, a lo largo de las líneas de una página y que, cuando leemos escritura occidental, por ejemplo, nuestros ojos van de izquierda a derecha. Esto no es cierto. Hace un siglo, el oftalmólogo francés émile Javal descrubrió que, en realidad, nuestros ojos realmente saltan como pulgas por la página; esos saltos o tirones ocurren tres o cuatro veces por segundo, “barriendo” unos 200 grados por segundos.

Misteriosamente, seguimos leyendo sin disponer de una definición satisfactoria de que es lo que estamos haciendo. Sabemos que leer no es un proceso que pueda explicarse mediante un modelo mecánico; también sabemos que tiene lugar en determinadas zonas del cerebro, pero sabemos igualmente que esas zonas no son las únicas que participan; sabemos que el proceso de leer, como el de pensar, depende de nuestra habilidad para descifrar y hacer uso del lenguaje, del tejido de palabras que forma texto e idea.

Nadie parece advertir la presencia de un lector absorto: aislado, atento solo a lo que lee, el lector no despierta la curiosidad de los transeúntes.

El escritor malí Amadou Hampaté Ba afirma que “cuando en África muere un anciano, arde toda una biblioteca”.

“En general –escribió Kafka en 1904 a su amigo Oskar Pollak-, creo que solo debemos leer libros que nos muerdan y nos arañen. Si el libro que estamos leyendo no nos obliga a despertarnos como un mazazo en el cráneo, ¿para qué molestarnos en leerlo? ¿Para que nos haga felices, como dices tú? Cielo santol, ¡seríamos igualmente felices si no tuviéramos ningún libro! Los libros que nos hacen felices podríamos escribirlos nosotros mismos si no nos quedara otro remedio. Lo que necesitamos son libros que nos golpeen como una desgracia dolorosa, como la muerte de alguien a quien queríamos más que nosotros mismos, libros que nos hagan sentirnos desterrados a las junglas más remotas, lejos de toda presencia humana, algo semejante al suicidio. Un libro debe ser el hacha que quiebre el mar helado dentro de nosotros. Eso es lo que creo”.

Con frecuencia, el placer que proporciona la lectura depende de la comodidad del lector.

“He buscado la felicidad por todas partes –confesaba Tomás de Kempis a principios del siglo XV-, pero no la he encontrado en ningún sitio excepto en un rincón y en compañía de un pequeño libro”.
“La mejor ocasión para leer un buen relato elegante –ha dicho el novelista inglés Alan Sillitoe- es un viaje solitario en tren. Rodeados de desconocidos y con un paisaje que no nos es familiar al otro lado de la ventanilla.”

Pero leer en la cama proporciona algo más que entretenimiento: una peculiar sensación de intimidad. Leer en la cama es un acto egocéntrico, inmóvil, libro de las ordinarias convenciones sociales, invisible para el mundo y que, por producirse entre las sábanas, en el reino de la lascivia y la pereza pecaminosa, participa de la emoción de las cosas prohibidas.

La frase trivial “llevarse un libro a la cama” siempre me ha parecido cargada de promesas sensuales.

Por mucho que los lectores hagan suyo un libro, el resultado es que libro y lector se convierten en uno. El mundo, que es un libro, lo devora un lector que es una letra en el texto del mundo; de esa manera se crea una metáfora circular para lo inagotable de la lectura. Somos lo que leemos.

Aunque Platón había afirmado que en su república ideal la instrucción sería obligatoria para ambos sexos, uno de sus discípulos, Teofrasto, argumentó que a las mujeres sólo debía enseñárseles lo necesario para llevar la casa, porque una educación avanzada “convierte a las mujeres en chismosas, perezosas y pendencieras”.

El deseo hace que todo florezca, mientras que la posesión todo lo marchita.

La traducción es el acto supremo de la comprensión. Según Rilke, el lector que lee para traducir utiliza el “procedimiento más puro” de preguntas y respuestas que permite vislumbrar la más escurridiza de las nociones, la del sentido literario.

La traducción propone algo semejante a un universo paralelo, otro espacio y tiempo en los que el texto revela otros significados, posiblemente extraordinarios. Para esos significados, sin embargo, no hay palabras, dado que existen en la intuitiva tierra de nadie entre el idioma del original y el del traductor.

Un par de gafas, tanto si se usan por prescripción facultativa como si no, socavan la sensualidad de un rostro y sugieren en cambio preocupaciones intelectuales.

Leemos para descubrir el final, por mor de la historia. Leemos sin afán de alcanzarlo, por mor de la lectura misma. Leemos minuciosamente, como quien sigue una pista, olvidados de lo que nos rodea: leemos distraídamente, saltándonos páginas. Leemos despreciativamente, con admiración, de manera negligente, apasionados, envidiosos, anhelantes.


jangleresse's review against another edition

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informative reflective slow-paced

3.25

jobinsonlis's review

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5.0

Good: I suspect like a lot of readers I harbor the secret belief in the back of my brain that I love books and reading more than anyone else I know, possibly more than anyone else in world. At least I did have this narcissistic belief until I read A History of Reading because, guys, Manguel loves reading more than you and me and everyone we know. This book is a love letter to reading and is beautifully written, which is Manguel's way. Sometimes he doesn't work for me but here he was much more focused and going with him through time and meeting all of the greatest readers in history was tons of fun.

Bad: It did get a little dry at points and always in a book that straddles the line between a serious work of research and pop nonfiction, I sometimes wanted to see the evidence more than I could.

Weird: I don't know why I never noticed this before but Manguel repeatedly shows the link people have made over the years between eating and books as in books provide you with sustenance. It tickled me a little.

Final: This is more of niche book than most nonfiction. If you're super into specifically the history of reading then you'll love it but a history buff might find it both too broad and too specific.

vanitas's review against another edition

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slow-paced

4.0